Cada año se diagnostican 1.100 nuevos casos de Cáncer Infantil en España, una realidad nueva y dolorosa para más de 500 familias españolas cada año, pudiendo afectar a niños de cualquier edad, sexo o condición social. Siendo la leucemia linfoblástica aguda, el tipo más común de cáncer en los niños. Su diagnóstico y tratamiento resulta complicado a veces, y la emergencia sanitaria provocada por la Covid-19 lo ha hecho más complicado.
La detección temprana es una de las principales claves para lograr superar el cáncer y esto es aún más cierto si cabe en el caso del cáncer infantil, cuyos índices de curación superan el 80% en nuestro país.
A pesar de ello, el diagnóstico de cáncer infantil supone un gran impacto a nivel familiar, tanto en el propio niño enfermo, como en los padres y los hermanos. Por lo que es muy importante que tanto oncólogos, pediatras, enfermeros, farmacéuticos, psicólogos, y todos los profesionales que forman el equipo multidisciplinar que va a estar en contacto con el paciente y la familia, nos volquemos en acompañarles y ayudarles en la adaptación a los largos y agresivos tratamientos a los que van a tener que someterse, mejorando la calidad de vida del paciente y de su entorno familiar.
Las asociaciones de pacientes también juegan un importante papel en este sentido, ya que el apoyo mutuo entre familias afectadas ayuda a ‘’normalizar’’ la situación en la medida de lo posible.
Aunque los tratamientos para el cáncer son cada vez más eficaces, mejorando por tanto las cifras de supervivencia, es también cierto que los efectos secundarios de los mismos siguen disminuyendo considerablemente la calidad de vida paciente y, por tanto, también de la familia. Las nuevas terapias dirigidas, responsables muchas veces de las altas tasas de supervivencia, lo son también de numerosos efectos secundarios a nivel dermatológico, los cuales aparecen en más de un 70% de los pacientes y en numerosas ocasiones no solo disminuyen su calidad de vida en el día a día, sino que hacen que haya que disminuir dosis de tratamientos, espaciarlos o incluso discontinuarlos.
En el caso del paciente pediátrico esto cobra especial importancia, ya que estos efectos secundarios se suman a la ya de por sí delicada piel de los más pequeños; ésta se vuelve muy frágil y deshidratada, lo que da lugar a síntomas como sequedad, irritación, picor, descamación, enrojecimiento, sarpullidos, etc. Además, como la piel de los niños es más sensible y vulnerable que la piel del adulto, puede que se sensibilice o dañe mucho antes que en el paciente adulto.
Para prevenir y minimizar en mayor medida este malestar cutáneo, contribuir a su bienestar general y ayudar a disminuir las complicaciones derivadas del tratamiento, nos gustaría hacer hincapié en la importancia de una serie de recomendaciones para el cuidado de la piel del niño sometido a tratamiento oncológico preservando su calidad de vida dermatológica en todo momento:
Mejora la sintomatología ocasionada por la toxicidad dermatológica de los tratamientos oncológicos gracias a su efecto reparador, hidratante, antioxidante y mejora de la barrera cutánea.
Recomendados para una correcta higiene facial y corporal preservando el buen estado de la barrera cutánea, previniendo la aparición de alteraciones cutáneas y minimizándolas en el caso de que aparezcan.
Altamente emolientes y reparadoras, aportan hidratación a la piel, mejoran la función barrera y evitan la pérdida de agua transepidérmica, mejorando la sintomatología de xerosis, descamación, irritación y eritema entre otros.
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