
La Dermatitis Atópica es una enfermedad crónica y no contagiosa de la piel siendo, a día de hoy, una de las patologías dermatológicas más frecuentes, sobre todo en edad infantil. Las personas que la padecen tienen la función de la barrera cutánea alterada y como consecuencia sufren una mayor pérdida de agua transepidérmica dando lugar a pieles extremadamente secas, sensibles y reactivas a factores externos.
Su localización suele cumplir patrones en función de la edad. En bebés y menores de 2 años las lesiones predominan en las mejillas, respetando ojos, nariz y boca. En mayores de 2 años y hasta la adolescencia las lesiones se sitúan en los pliegues de la piel y de forma simétrica. En adultos la localización es más variable, aunque es muy característica la afección de los párpados.

. Su prevalencia se ha multiplicado por tres en los últimos 30 años. Se estima que entre un 5% y un 15% de la población general padece esta enfermedad, aunque es más típica en edad infantil.
. Aunque su origen es multifactorial tiene un elevado componente genético. Las personas que la padecen manifiestan también muchos episodios de alergias a alimentos y plantas.
. El tratamiento del paciente atópico consiste en un control de la sintomatología en los momentos de brote y tener un cuidado adecuado de la piel en la fase de mantenimiento para intentar espaciar los brotes lo máximo posible.
. El picor es el síntoma más característico. Se produce por la inflamación de las lesiones, que desencadenen el rascado constante de la zona produciendo muchas microheridas. Es un bucle sin fin: a más picor, más rascado; y a más rascado más picor.
. Afecta a ambos sexos por igual y tiene consecuencias muy marcadas no sólo a nivel físico para el paciente, sino que afecta también a nivel emocional, a su calidad de vida y a la de su entorno.

Ayudan a aliviar el picor, el enrojecimiento y la irritación, al favorecer la disminución de la inflamación cutánea.

Hidratan, favoreciendo el mantenimiento del manto hidrolipídico cutáneo y refuerzan la función barrera de la piel.

Favorecen el efecto higienizante limitando el sobrecrecimiento de microorganismos. Mantienen el equilibrio de la microbiota cutánea y ayudan a evitar complicaciones tras el rascado.

Actúan como antioxidantes frenando el estrés oxidativo y estimulando los mecanismos enzimáticos reparadores.

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